jueves, 7 de julio de 2011

SEGUNDO VIAJE: TENERIFE

Me ha surgido una pregunta, que posiblemente os resuma mi pensamiento al respecto de mis vacaciones en Tenerife. ¿Por qué las llamamos islas afortunadas cuando los afortunados somos nosotros de poder visitarlas? Como ya habréis deducido, me ha encantado Tenerife.

Salía de Barcelona, con los típicos estereotipos y topicazos existentes. Básicamente, que en Tenerife hace siempre calor, luce el sol y se ha de ir mucho a la playa. Con estas premisas, todo el mundo imagina que los cielos estarán siempre despejados y que luce el sol por doquier. Si bien es cierto, que cada día pude ir en pantalón corto y camiseta sin mangas, hubo algo que me sorprendió a la par que me fastidió por no dejarme hacer mejores fotos. Se trata de las nubes que los vientos alisios empujan contra las montañas y crean verdaderas cortinas blancas que no te permiten ver a más de 5m de distancia. Pero empecemos con la crónica del viaje.

El viaje de avión de ida y a tubo su anécdota desde el mismo avión. Nada más despegar de Barcelona, un pasajero se sintió indispuesto, tras intentar que mejorara con alguna pastilla (seguramente para el mareo o aspirinas), se pidió por megafonía si había algún médico o enfermera a bordo. Dos pasajeros acudieron a ayudar y junto con el comandante, tras cerca de 45min de atención al enfermo, decidieron que era mejor realizar un aterrizaje de emergencia para que fuera atendido en un hospital, así que hicimos parada en Sevilla, dónde se evacuó al pasajero enfermo junto con uno de sus amigos que se quedó como acompañante. Una vez el avión repostó y el comandante recibió el nuevo plan de vuelo, volvimos a poner rumbo a Tenerife. Recogí el coche de alquiler y me dirigí a Santa Cruz, que era dónde estaba alojado.

Una vez realizado el check-in del hotel, me dispuse a visitar la capital de la isla, siguiendo las indicaciones de una nueva amiga (vía Tuenti). Bueno, qué decir sobre Santa Cruz… pues que, tiene algunos rincones bonitos  pero que, en general, es bastante prescindible a la hora de visitar la isla, a no ser que quieras invertir unas horas como yo hice en pasear. Como principales atractivos la Pl España, las ramblas y el parque de García Sanabria. Como edificio el Auditorio también es destacable. A partir de aquí, todos los días repetí el mismo patrón: 8am en pie, visita a lugares programados, entre 19 y 20h vuelta y viaje a la playa de las Teresitas para relajar los músculos con un baño, cena en un bar y vuelta al hotel. A decir verdad, las Teresitas, aunque ya sabía que no era la mejor playa de Tenerife, es la única en la que me he bañado (además a diario), por estar en el final de mi ruta. No es algo que me duela, ya que los que me conocéis, sabéis que no soy persona playera precisamente.




El resto de visita a la isla fue, lejos de lo tradicional dónde suelen ir el 80% de los turistas que viajan hasta esas latitudes. Nada de playa, nada de parques (Loro park, las águilas, etc), nada de complejos rollo “all inclusive”. Yo preferí otro tipo de turismo: pasear por la sierra de Anaga, el Macizo de Teno, el Teide, visitar algunos pueblos con arquitectura autóctona y tradiciones propias, como La Orotava y La Laguna. La cantidad de senderos y caminos para realizar caminando son muchos en la Sierra de Anaga. Yo me vi forzado a realizar un par de cortos porque mi calzado no era el más apropiado. Llevaba unas deportivas normales y me avisaron en el centro de información que con ese calzado, no me recomendaban hacer senderos complicados si no iba acompañado, dado que el altísimo nivel de humedad que hay en la sierra, hace que los senderos estén siempre bastante resbaladizos. Además, la concentración de nubes contra la sierra era tal que en ocasiones no se veía 10m más allá de la localización en la que estabas. La carretera suele ser de un solo carril para los dos sentidos, muy serpenteante y salvando grandes desniveles, por lo que las rampas son pronunciadas. Los habitantes del lugar se mueven con presteza por ellas e incluso las guaguas van bastante veloces, por lo que hay que extremar la precaución al conducir. Todo vale la pena cuando se disfruta de lugares como Taganana o Benijo. Ya lo he comentado con alguno de vosotros, si alguna vez me toca la lotería y me retiro, me iría a vivir a Benijo. Un pequeño pueblo de 12 casas colgadas a una pared desde la que se ve como el océano Atlántico rompe contra ella. Un espectáculo increíble, que si estando el mar en calma ya me pareció genial, cuando éste se ponga bravo, debe ser un espectáculo digno de ser visto.

La verdad es que todos los lugares tenían su encanto. Si no era por los edificios, era por la s vistas que ofrecía, o por las calles, o por las plazas y zonas verdes. Todos y cada uno de los pueblos tenían su “algo especial”. En La Orotava, pude observar cómo un artista estaba realizando las típicas alfombras de Corpus Christi. Si habéis visto alguna vez las alfombras de flores que se hacen en Sitges, con sus mosaicos, formas, etc, vendría a ser lo mismo pero, en este caso, la particularidad es que está hecha con arenas traídas del Teide. Sin tintar ni nada, simplemente, arenas recogidas de la gran diversidad que ofrece el pico más alto de España. Amarillas, rojas, negras, marrones, etc. Al ser arena, permite un nivel de detalle extraordinario. La que yo pude observar durante su elaboración era la alfombra central, la de la plaza del ayuntamiento. Estaba dedicada al encuentro de las juventudes cristianas en Madrid de este verano. Quizá el tema pueda resultar discutible pero, los trozos finalizados de la alfombra me dejaron asombrado. Tal mente parecían fotografías. Aprovechando que el artista paraba para comer, le hice un par de preguntas y me dijo que en total, para la elaboración de dicha alfombra, estaban trabajando dos artistas durante un total de 55 días, desde que inician los esbozos en el suelo con tiza, hasta que finalizan el trabajo.

Otro pueblo también precioso es La Laguna. Ciudad universitaria por excelencia de la isla y por tanto, lleno de juventud por sus calles. Tiene una amplia muestra de arquitectura típica insular. Edificios maravillosos, con los típicos balcones de madera sobresaliendo de sus fachadas, sus patios interiores, a menudo con fuentes y plantas decorándolos. El tiempo pasa demasiado deprisa cuando se pasea por sus estrechas calles, observando cada uno de los maravillosos rincones que ofrece.

Me desplacé también hasta Icod de los vinos, para visitar el Drago milenario. Para aquellos que tengan poca memoria o sean demasiado jóvenes, apuntar que es el árbol el que figuraba en los antiguos billetes de 1000 pts. El pueblo en si, no tiene mucho más, a parte de la iglesia y el parque que hay frente a ella. Otro pueblo digno de ser visitado es Garachico. Antiguo puerto que fue destruido por una erupción volcánica. Ahora su principal reclamo al turismo son las balsas naturales que hay formadas y dónde se puede dar un baño sin sufrir los envites de las olas. Además, también tiene uno de los pocos castillos de defensa que restan en la isla, pequeñas fortificaciones que resultaban de gran utilidad a la hora de defender los puertos dónde se encontraban.


Por supuesto, también fui al Teide, dónde recibí una de mis más grandes frustraciones… Me había informado un compañero natural de la isla, que no se podía subir a la cima y llegar al cráter. Pues no. Cual fue mi sorpresa, cuando llegué a lo alto y me encontré un cartel que rezaba: “Para seguir el único sendero que conduce a la cima, hay que disponer del permiso gratuito que puede obtener en la siguiente dirección web…”. Sorpresa mayúscula y frustración total. Me quedé a 125m de la cima más alta de España por un papelito gratuito que podía haber pedido desde mi casa. Una vez repuesto del cabreo inicial (Edu cabrón!), me dispuse a caminar por los dos senderos que existen. Cada uno conduce a un mirador (al norte y al sur) desde dónde, en un día despejado, se ve claramente toda la isla e incluso se llegan a divisar las vecinas. La mala suerte me acompañó una vez más, ya que había calima y no se veía mucho pero, aún y así, las vistas eran espectaculares. Desde el mirador sur, hay otro sendero que conduce al antiguo volcán Pico Viejo. Se trata de una lengua de lava que une el Teide con este otro viejo cráter. Un cartel indicaba que estaba cerrado por nieve y hielo pero, me aventuré por él. Al principio el camino era complicado pero estable pero, no tardó en desaparecer y ser poco más que un montón de piedras inestables. Total, que cuando llevaba poco más de medio camino, vi que nadie más venia por el sendero ni en mi dirección ni en la contraria, las corrientes de aire eran muy fuertes, por lo que me quité la gorra para evitar que saliera volando y decidí dar media vuelta y volver al mirador, ya que si me ocurría algo, nadie sabía dónde me encontraba por lo que continuar hubiera sido una imprudencia. Esos 45 min que tardé en deshacer el camino realizado por la lengua de lava, fueron suficientes para freírme la cabeza, ya que era la única porción expuesta al astro rey en la que no me puse crema al llevar la gorra. La piel se me quemó literalmente, creándome ronchas negras en la piel afectada y que hasta hace pocos días, todavía me caía a tiras. En el Teide, gracias a las indicaciones de un guarda con el que estuve conversando, también vi unas flores (violetas) que solo crecen a partir de los 3000m de altitud. Además de estar dándome diferentes explicaciones sobre el tamaño real del cráter (el Teide no es más que el más alto pero el cráter tiene varios km de diámetro), relatarme algún rescate de imprudentes en invierno y algunas recomendaciones más. Me ayudó en todo menos en colarme a la cima…

Sin duda, lo que también me gustó mucho de la isla es el carácter abierto de sus gentes. Es fácil y natural, entablar una conversación con cualquiera en algún bar, terraza o restaurant. En el bar dónde cené cada noche (cerca del parque de la granja), tuve el placer de poder conversar con su camarera sobre diversos temas referentes a mi viaje. Más adelante, y gracias a la mediación de la camarera, conocí a un grupo de chicos que me indicaron los mejores lugares para visitar, algún lugar secreto y escondido y reafirmaron mi opinión de que el sur de la isla es para los alemanes e ingleses. Ellos fueron los que me informaron de que: “la fiesta en Santa Cruz está muerta y enterrada”, frase lapidaria que me hizo ir de fiesta a La Laguna. Fui con algo de miedo a quedarme solo tomando una copa, dado que me habían dicho que estaban en plena época de exámenes pero, cuando llegué, cuál fue mi sorpresa al ver todas las calles y locales a reventar. Además, el 90% gente nacional. Como publiqué en Twitter, si ese es el ambiente de exámenes, el de un jueves fuera de esa época debe de ser épico. Como ya me habían comentado los miembros de mi “Tenerife Connection”, fue fácil entrar a charlar en algún grupo de chicas que estaba de fiesta e incluso bailar con ellas. Fue una noche genial dónde solo puedo reprochar un exceso de salsa y reggaetón pero, con la buena compañía, casi ni me enteré.

La vuelta a Barcelona fue triste, la verdad. Es uno de los pocos destinos que me ha dado una verdadera pena tener que abandonar. Como me dijo Nacho (uno de los conocidos en el bar): “vigila que te veo emocionado, yo vine para estudiar la especialidad y ya llevo años viviendo aquí, es una isla que enamora”. Muy cierto.

Tendré que volver, porque también quiero hacer las cosas típicas de turistas, cómo la excursión para ver ballenas, el parque de las águilas e ir algo a playas que no sean las Teresitas y subir a la cima del Teide. Pero volviendo eso sí, a los rincones que más me han gustado de la isla. Si hay suerte (y dinero), volveré este diciembre.